Banda ancha, movilidad y conectividad

Carlos Eduardo Cortés es coordinador de proyectos de Radio Nederland Training Centre en América Latina. Sus opiniones son personales y no implican necesariamente a dicha institución ni a TV Technology.
La CES 2011, el mayor evento mundial de eletrónica de consumo doméstico, finalizó en Las Vegas con un claro resultado: la conectividad y la colaboración entre dispositivos digitales de banda ancha.

El hecho no sorprende. Las nuevas TIC digitales usan el espectro electromagnético de manera más eficiente. Y comienzan a funcionar en forma colaborativa e inalámbrica, en conjunción con los nuevos medios sociales y la creciente movilidad humana.

No obstante, a pesar del uso más eficiente, es tal su crecimiento y proliferación que hoy es simplemente imposible vivir en una Internet con conexiones de banda estrecha (14,4 kilobits por segundo).

A comienzos del siglo XX, las telecomunicaciones requirieron ajustes tecnológicos y legislativos para acompañar la velocidad del cambio, el aumento de usuarios del espectro y la necesidad de asignar porciones sin interferencia entre transmisiones analógicas.

Como resultado, durante la evolución de la Internet 1.0 vivimos una primera "sequía" de frecuencias inalámbricas, en un mundo que cada día las necesita más, pues dependemos de ellas para que funcionen desde la telefonía celular hasta las radiocomunicaciones policiales, pasando por los controles remotos de los electrodomésticos.

Hoy, la movilidad de los nuevos dispositivos digitales portátiles que navegan por Internet y cargan y descargan videos y audios en forma permanente es aún más exigente, porque requiere que cada usuario tenga acceso a banda ancha.

Parte de las llamadas "brechas digitales" consiste en las ventajas históricas que han tenido ciertas entidades licenciatarias de espectro, ya sean gubernamentales, comerciales o públicas.

Pero, si los 60 MHz antaño fueron la parte superior de la tabla, en la actualidad se requieren nuevas políticas y modalidades de asignación del espectro hasta 300.000 MHz (300 gigahercios).

Datos, voz y video inalámbricos están cada vez más disponibles para la movilidad peatonal, vehicular y aérea. Canales personalizados de video y audio "on-demand" son una realidad creciente, aunque tienen que convivir con todos los demás servicios de radiofrecuencias aeronáuticas, satelitales, móviles, de radioastronomía, de radio y teledifusión, y de comunicaciones de seguridad, entre otros.

Hay razones para el optimismo: la radio satelital en Estados Unidos usa apenas 25 MHz de espectro, poco más de lo que ocupan cuatro canales analógicos de televisión. El estándar IEEE 802.11, mejor conocido como "Wi-Fi", comenzó apenas con 84 MHz.

Ello demuestra que el espectro no es un bloque concreto ni las ondas de radio pasan por un supuesto medio "etereo" para constituir el llamado "espectro". Dichas ondas son el medio.

La licencia por asignación no es un trozo del pastel sino un permiso para desplegar transmisores y receptores en una determinada banda de frecuencias. De manera que la interferencia — cuando ocurre — no es una propiedad inherente del espectro, sino una característica de los dispositivos involucrados.

Por tanto, la medida para declarar la escasez de espectro no depende tanto de cuántas frecuencias están disponibles, sino de las tecnologías que se pueden implementar. De ahí que muchas normas destinadas a armonizar el uso del espectro terminen creando una ineficiencia inmensa en el uso de las frecuencias al colocarle límites artificiales a la tecnología.

Opciones como modulación de espectro ensanchado (Spread Spectrum, SS); banda ultraancha (ultra-wide band, UWB); antenas inteligentes y arquitecturas de red en malla (mesh), son tecnologías capaces de hacer que diversos sistemas compartan el espectro y trabajen en forma cooperativa y con baja potencia.

Sin embargo, cada aplicación de radio funciona mejor dentro de un cierto rango de frecuencias. Y la banda ancha móvil no es la excepción. Su espectro premium es relativamente estrecho, pues va de 300 MHz a 3,5 GHz.

Por encima de 3,5 gigahercios las transmisiones no penetran bien por las paredes, se reflejan en los edificios o la topografía accidentada y se disipan en la lluvia.

Las bajas frecuencias son mejores en ese sentido, pero necesitan antenas de varios metros de alto. De allí que 300 MHz sea la frecuencia más baja compatible con una antena razonablemente eficiente y suficientemente pequeña (unos 10 cms), para caber en un dispositivo portátil.

Obviamente, esa franja está en la mira de los intereses comerciales en todo el planeta, pero el espectro es un bien público escaso. Hay soluciones para evitar la sequía de banda ancha, pero ello requiere superar retos legislativos y de políticas públicas. No todo es tecnología en este negocio.